Les Travaux de Mars ou l’Art de la guerre (1671) - Libro II
Serie DE LA DÉFENSE DES PLACES À LA POUSSÉE DES TERRES (De la defensa de las plazas al empuje de tierra) - Primera parte
Por: Santiago Osorio R.
… Viene del Libro I
Contenido del Libro II
- Blondel vs Vauban
- Las fortificaciones abaluartadas
- Los principios de la fortificación abaluartada
- Influencia de la obra de Errard de Bar-le-Duc en sus sucesores
- Allain Manesson Mallet y los Trabajos de Marte
Blondel vs Vauban
En los albores de la década de 1670, la inflexión dada por el médico y arquitecto François Blondel (1617-1686) (Figura 18) al programa de la Academia parisina se contrapone, en muchos aspectos, al “culto al campo” que dominaba entre los ingenieros militares. Atrapados entre las guerras de Devolución y Holanda y las primeras obras de construcción titánicas en los lugares del norte, los ingenieros estaban estacionados en su mayoría, lejos de la capital, trabajando bajo el liderazgo de Vauban, otra figura dominante en el reinado de Luis XIV. Nombrado comisario de fortificaciones en 1668, este “viajero del rey”, como le gustaba llamarse a sí mismo, aparece como un personaje en la antítesis de la figura del arquitecto-académico, locuaz, cortesano y diplomático, encarnada por Blondel.
Figura 18. François Blondel |
Sacudido constantemente por los caminos para realizar sus “visitas” a las obras de construcción de los baluartes del reino, Vauban ejemplifica la figura del ingeniero-practicante, un hombre de campo, poco complaciente, muy precisamente consciente de los pies a cabeza de las preocupaciones de los ingenieros, entre las cuales la gestión de trabajadores y materiales ocupa un lugar central. Su correspondencia revela así, desde finales de la década de 1660, cuánto le preocupaban ya las cuestiones de gestión y economía de las obras vinculadas al aumento de los trabajos realizados en las plazas fuertes. De pie abiertamente en el campo de los “ingeniosos”, favoreciendo la transmisión de gestos y la artesanía atenta a las especificidades regionales, Vauban (Figura 19) se destaca claramente de la postura distanciada del campo adoptada por Blondel en la Real Academia de Arquitectura. Multiplicando instrucciones y memorias manuscritas con fines didácticos tomando prestadas fórmulas literarias simples y lapidarias, como las de las máximas puestas de moda por François de La Rochefoucauld (1613-1680) en 1665, recordando en sus deducciones los axiomas matemáticos fundamentales, Vauban sostiene estrecha la vinculación con los distintos oficios obreros de todas las provincias del reino. Las cuestiones del trabajo estructural en arquitectura más que el segundo trabajo domina así sus escritos. La gestión de la obra, ese lugar “donde cortamos y donde moldeamos” según el escritor francés Antoine Furetière (1619-1688), constituye uno de los principales rasgos salientes de su manual didáctico, Le Directeur général des fortifications (El Director General de Fortificaciones) (Figura 19), en el que destaca enseguida que
las fortificaciones de los lugares son grandes obras […] que requieren mucha experiencia y sentido común […] con un conocimiento perfecto de la capacidad de los trabajadores, de todos los diferentes tipos de materiales y sus precios.
Figura 19. Retrato de Sébastien Le Prestre de Vauban (izquierda). Frontispicio de Le Directeur général des fortifications (1685) (centro). Portada del tratado (derecha) |
Si el sitio de construcción constituye el espacio de trabajo diario de los ingenieros, es también en este período crucial de reestructuración de los cuerpos de construcción que se convierte en un campo de entrenamiento oficial. Dedicada a la formación de los regimientos del rey, la mayor escuela al aire libre para el aprendizaje de las nuevas técnicas de “asedio reglamentado” de Vauban nació entre 1668 y 1671, bajo la forma de un gigantesco frente fortificado de tierra y ladrillo en bruto construido a escala 1:1 establecido en el dominio real de Saint-Germain-en-Laye. Construido durante el período de entreguerras, gracias a la breve paz de Nijmegen, el campo de entrenamiento de San Sebastián ilustra la ambición, común a la de la creación contemporánea de l’Académie royale d’architecture, de establecer cánones soberanos unificados. Sin embargo, la elección del campo de aplicación de los dos cuerpos del edificio es radicalmente diferente (Figura 20).
Figura 20. Fuerte de San Sebastián en Saint-Germain-en-Laye |
Trasladar el sitio de enseñanza a un enorme sitio de construcción al aire libre, que permite a los ingenieros probar en vivo tanto los métodos de construcción como la gestión humana y material de los sitios, reorienta decididamente el campo de especialización en el saber hacer in situ. Es clara aquí la línea didáctica de ruptura con las “lecciones de Historia” dictadas durante las sesiones de l’Académie royale d’architecture. El simulacro de San Sebastián se inscribe en una voluntad, sobre todo logística y material, de desarrollar modos de funcionamiento para la gestión universal del gran “sitio militar”, desde la organización de materiales y hombres, hasta la de las sucesivas fases de aproximación al nuevo asedio “moderno”, cuyos principios Vauban perfeccionó en vísperas de la guerra holandesa.
Las fortificaciones abaluartadas
La fortificación medieval (Figura 21) construida para apoyar la defensa de los castillos fortificados sobre el espesor y la altura de los muros almenados, ya había vivido y tuvo que dar paso a baluartes avanzados, unidos por una envolvente (bolvert). Primero fueron los arquitectos e ingenieros italianos, en particular Michele Sanmicheli (1484-1559), quienes en el siglo XVI sentaron las bases de la fortificación moderna, luego, en concurrencia, los arquitectos e ingenieros holandeses, españoles y franceses, aportaron soluciones originales a los problemas planteados.
Figura 21. Castillo Beaumaris, Gales (c. 1284) |
El ingeniero militar francés Antoine de Ville (1596-1658) evoca en su tratado les Fortifications (1628) las circunstancias de estas mejoras técnicas; hablando de la antigua fortificación, dice que
este género de fortificar duró lo mismo que permaneció el de atacar; hasta que Bertold encontró la pólvora, y otros después de él el Cañón, la máquina más furiosa y terrible que haya existido jamás en el mundo, que actuando enteramente por el fuego, es necesario que sea la más violenta de todos, como el más sutil de todos los Elementos: también nada de lo que sirvió otro tiempo para defenderse puede resistir su furia, y lo que se consideraba fuerte es fácilmente pulverizado por su violencia, dispusimos en forma de punta con sus flancos y caras, y a estos cuerpos les dimos el nombre de Baluarte.
La fortificación de las plazas descansaba ahora sobre sus avances y obras exteriores, estableciéndose lugares de armas sobre las obras para permitir la respuesta (Figura 22). El sistema fue perfeccionado por los diversos teóricos que establecieron sus métodos de fortificación en sistemas, pero se puede decir que en los albores del gran siglo ya se habían encontrado casi todas las respuestas. Fue en 1594 que apareció por primera vez La Fortification démontrée et reduicte en art (la Fortificación demostrada y reducida en arte) por Jean Errard de Bar-le-Duc, ingeniero del rey Enrique IV; fue reeditada en 1604 y luego varias veces a principios del siglo XVII. Los escritos de otros teóricos de las fortificaciones, como Antoine De Ville (Les Fortifications) o Blaise de Pagan (Traité des fortifications), no aportaron modificaciones fundamentales a los principios de la fortificación moderna y será al genio de Vauban a quien le corresponderá llevar esta técnica a su apogeo.
Figura 22. Dibujo de Pésaro de Francisco de Holanda (c. 1538) |
Los principios de la fortificación abaluartada
En 1594 la obra de Jean Errard de Bar-le-Duc (La Fortificación demostrada y reducida a arte) (Figura 23) define los medios de desplazamiento, supo utilizar las peculiaridades del terreno, instituyó planos inclinados destinados a evitar la sorpresa de las vistas en picado y consiguió ocultar del enemigo los costados de los baluartes gracias a la disposición de los muros cortina. Volvió a inventar el cavalier y estandarizó el grosor de las murallas.
Figura 23. Ilustración de la Fortification démontrée et reduicte en art de Jean Errard de Bar-le-Duc (1594) |
Jean Errard de Bar-le-Duc fue el primero en aplicar el principio de la fortificación abaluartada en Francia y en explicar sus principios. Su trabajo le valió el título de “padre de la fortificación francesa”. La geometría condiciona su pensamiento estratégico: Errard de Bar-le-Duc explica allí todos los procesos que permiten trazar sobre el suelo los diferentes polígonos, regulares o irregulares, imprescindibles para fortificar adecuadamente un lugar. La regla mayor de su obra teórica radica en el hecho de que la defensa de un lugar debe apoyarse más en la infantería que en la artillería, cuyo fuego en su época no era efectivo desde el frente.
Su sistema consta de baluartes, que pueden albergar a doscientos soldados de infantería, disparando de frente, y de unos 70 metros de ancho. Están flanqueados por baterías de artillería, de 30 metros de ancho: el principio de los trabajos avanzados inspirará a Vauban (1633-1707). Sus planos preveían caminos cubiertos para defender el glacis (noción de “desplazamiento (défilement)”), así como medias lunas (demi-lunes) entre los baluartes para proteger las puertas de la cortina (noción de “flanqueo (flanquement)”). El principal inconveniente de este sistema defensivo es presentar baluartes cuya planta en ángulos demasiado agudos no presenta todas las garantías de seguridad para los sitiados.
Influencia de la obra de Errard de Bar-le-Duc en sus sucesores
Los principios teóricos de Jean Errard de Bar-le-Duc inspiraron el trabajo del ingeniero Jean Sarrazin (1770-1848). Las Fortificaciones (Les Fortifications) de Chevalier Antoine De Ville (1595-1656) publicadas en 1628 dieron un sistema más elaborado, pero no fundamentalmente diferente, refinando la noción de flanquear y dividir el camino cubierto. El Tratado de las fortificaciones (Traité des fortifications) (1645) de Blaise François Pagan (1607-1667) introdujo algunas modificaciones que inspiraron directamente a Vauban, impulsor de la media luna (evolución de la barbacana), para quien el baluarte resultó de la sinuosa disposición rota del recinto.
Antoine Furetière en su Dictionnaire universel (Diccionario Universal) (1694), que contiene generalmente todas las palabras francesas, tanto antiguas como modernas, y los términos de todas las ciencias y artes, define:
FORTIFICACIÓN. subst. fem. La ciencia o el arte de fortificar. Este Ingeniero entiende muy bien la Fortificación. Hay fortificaciones regulares, y otras irregulares, las fortificaciones de estilo antiguo no valían nada, porque no estaban flanqueadas. Los que escribieron fortificaciones modernas, son Jean Errard, Anthoine de Ville, Marolois, Marchi, Sardi, le Comte de Pagan, Dogen, Futach, Stevin, Mallet, Blondel, le Père Deschalles, Mr. de Vauban que escribió un libro titulado Le Directeur General des Fortifications (El Director General de Fortificaciones), etc. Algunos han hecho varias órdenes de Fortificación en imitación de la Arquitectura, y he llamado unos a los franceses, otros a los holandeses, otros a los italianos, etc. La fortificación se inventó para que unos pocos resistieran a un número más grande. El primer fundamento de la Fortificación es que todas las partes de un lugar estén bien flanqueadas. (...) (Figura 24).
Figura 24. Clases de fortificaciones en Les Travaux de Mars de Allain Manesson Mallet (1671) |
Sin embargo, conviene atemperar lo que pueda tener esta oposición barroca/clásica en términos de fuerza y artificialidad. Es cierto que la mitología (referencia constante bajo los reinados de Enrique IV y Luis XIII) está menos presente en la segunda mitad del siglo XVII; sin embargo, todavía se encuentran en 1685 o 1693 títulos como Les Travaux de Mars (Las Obras de Marte), o La Conduite de Mars (La Conducta de Marte), testimoniando que el arquetipo mitológico aún juega su papel de identificación gloriosa, y que la metáfora aún sirve, aunque sea menos fuerte. Ya no es Enrique IV como Hércules o Luis XIII como Apolo, sino Luis XIV, como rey, efigie viviente del dios Marte en el frontispicio de la obra de Allain Manesson Mallet (Figura 25).
Figura 25. Frontispicio del Tomo I de les Travaux de Mars de Manesson (1685) |
Fue durante el período de consolidación de la profesión de ingeniero, durante el reinado de Luis XIV que también apareció en formato de bolsillo Les Travaux de Mars ou l’Art de la guerre de Alain Manesson Mallet (1671), un ingeniero apreciado por Vauban, que rápidamente se convirtió en el vademécum indispensable para cualquier ingeniero de obras. Al mismo tiempo, el pequeño rebaño de Vauban produjo un número sin precedentes de atlas de fortalezas y tratados de fortificación escritos a mano, hoy conservados en numerosos archivos militares franceses y europeos.
Esta intensa producción editorial se agotó a finales del reinado de Luis XIV (c. 1715), período marcado principalmente por la circulación de un gran número de ediciones pirateadas de los escritos manuscritos de Vauban (Abbé du Fay, Chevalier de Cambray, Leonhard Christofer Sturm). Su traité manuscrito De l’attaque des places (Sobre el ataque de las plazas) (1704) (Figura 26), destinado a la educación del duque de Borgoña, gozó así de amplia difusión en Europa, sellando definitivamente el predominio francés en el campo de la arquitectura militar. El período de paz que siguió al final de las guerras de sucesión durante el reinado de Luis XV contribuyó a la reducción de la producción editorial y dio un nuevo rumbo al arte militar. De ello es característica la importante producción de Bernard Forest de Bélidor: el tratado La Science des ingénieurs dans la conduite des travaux de fortification et d’architecture civile (La ciencia de los ingenieros en la realización de obras de fortificación y arquitectura civil) que publicó en 1729, proponía por primera vez una lectura común de la arquitectura militar y la arquitectura civil.
Figura 26. Portada de Traité de l’attaque des places de Vauban (1704) (izquierda). Imágenes del tratado (centro y derecha) |
Los temas de las obras privadas, la distribución interior y la ornamentación de los edificios y las puertas de las ciudades, rara vez abordados en los tratados de arquitectura militar desde el siglo XVI en Italia, ocupan un lugar preponderante en la obra de Bélidor. Esta nueva orientación, confirmada por la presencia de numerosos atlas urbanos manuscritos en las colecciones militares, refleja la situación profesional de los ingenieros militares.
Los tratados de fortificación del Renacimiento desempeñan un importante papel en la transmisión del conocimiento empírico, rompiendo con el secreto de taller, propio del gremio de la cantería o la mampostería; y a incorporar los conceptos científicos que desembocaron en análisis racionales.
Allain Manesson Mallet y los Trabajos de Marte
Liberándose del espacio físico, la obra entendida como lugar de secuenciación del proyecto ocupa también el desierto paisaje editorial de los ingenieros. Así, Les Travaux de Mars ou la Fortification nouvelle (Los trabajos de Marte o la nueva fortificación), el único manual práctico publicado para los ingenieros del rey durante las últimas décadas del siglo XVII, cava este mismo surco. Su autor (editor), Allain Manesson Mallet (1630-1706) (Figura 27), ingeniero contemporáneo de Vauban que además lo consideraba un “hombre ilustre de gran reputación”, desarrolla un asombroso protocolo genérico de organización del sitio sujeto a un principio de análisis universal de suelos.
Figura 27. Allain Manesson Mallet (1630-1706) (izquierda). Portada de Les Travaux de Mars ou la Fortification nouvelle (centro). Frontispicio que presenta al rey Luis XIV como el dios Marte (derecha) |
Esforzándose por definir una medida estándar que permita una evaluación confiable y estandarizada de las masas de tierra transportadas a los sitios de construcción, Manesson Mallet está trabajando en la peligrosa tarea de definir las propiedades universales del terreno. Postulando que todos los suelos tienen una naturaleza idéntica, diseña una estratigrafía vertical en nueve “tipos” de suelo cuyas cualidades disminuyen a medida que ganan profundidad. Este ingenioso sondeo le permite asociar cada uno de estos terrenos con cada una de las corporaciones de trabajadores que trabajan en los sitios. Este modelo ya había sido propuesto en el siglo XVI por el alemán Georgius Agricola en su tratado de minería De Re Metallica (1556).
El suelo que está en superficie, suelto y ligero, es por lo tanto adecuado para “terraceros (terrassiers)”; la inmediatamente inferior, más arcillosa o margosa, a “mamposteros o albañiles” y “ladrilleros”. Finalmente, el suelo más profundo, que bordea el sustrato, está reservado para los “pedreros (cailloutiers)” que lo rompen para fabricar los escombros de las murallas. El desarrollo de este protocolo le permite continuar las reflexiones de Vauban sobre la programación secuencial de los diversos oficios, lo que permite reducir todos los desórdenes humanos y financieros resultantes de la mala gestión de las obras. Si, en realidad, esta taxonomía resiste mal a la diversidad de campos a los que se enfrentan los ingenieros, ilustra hasta qué punto la coincidencia entre materialidad y dirección de obra es entonces central. El conocimiento del saber hacer, la organización, las técnicas y las herramientas del trabajador, domina todo su trabajo. Escenificando una ciudad en construcción en el frontispicio de su segunda edición de 1684-1685 (Figura 28), Manesson Mallet la convierte abiertamente en el principal espacio de visibilidad para los ingenieros. Un signo fuerte para una placa introductoria que, según el diccionario de Littré, anuncia “el propósito y el espíritu de las obras”.
Figura 28. Allain Manesson Mallet, Les Travaux de Mars ou l’Art de la guerre. Denys Thierry, Paris, 1685, t. 2, frontispice. Bibliothèque nationale de France |
El tratado Les Travaux de Mars ou l’Art de la guerre está repartido en dos tomos; el tomo I consta de dos libros cuyo contenido se explica en el prefacio del Libro 3º que ocupa el tomo II). El Libro 1º contiene un tratado de geometría que el autor considera útil a la fortificación, enseñando la construcción gráfica-geométrica de plazas regulares e irregulares tanto en el papel como sobre el terreno; además explica la manera de levantar planos y algunos métodos de perspectiva. El Libro 2º trata del cálculo de sus líneas (de las líneas de la fortificación), que abarca el trazado de flancos, caballeros (cavaliers) y casamatas, explicando las teorías de autores precedentes, empezando por Jean Errard de Bar-le-Duc y concluyendo con el conde Pagan a quien Manesson Mallet conocía. El Libro 3º ocupa por completo el Tomo II de 272 páginas está dividido en nueve capítulos: el capítulo I explica los cambios y progresos acontecidos durante los últimos años en la estrategia y la estructura militar; el capítulo II trata de los instrumentos y materiales empleados en la construcción de los recintos; el capítulo III está dedicado a aspectos constructivos, ya que incluye el tema de los movimientos de tierra y la construcción de murallas; el capítulo IV vuelve a tocar aspectos militares tales como la importancia de los almacenes, la pólvora y la artillería; los capítulos V, VI, VII, VIII y IX entran en temas relacionados con el ataque y la defensa de las plazas, los instrumentos usados, la conducta de las tropas, los campamentos y formas de rendición. Es un texto que tiene un carácter didáctico, de pequeño formato y por cada página escrita incluye otra con un gráfico que acompaña e ilustra la explicación.
Los contenidos explícitos de construcción están contenidos en los capítulos II y III del Tomo III. El capítulo II contiene 5 subtítulos. En el primero hace una explicación del contenido general del capítulo; en el segundo, describe las diferentes tipos de palas que se emplean en las labores de excavación y que varían de acuerdo a la dureza del terreno; en el tercero, enumera y dibuja los instrumentos que sirven para transportar tierras y piedras: carretilla de mano, canastas, carros de tracción animal, hamacas; en el cuarto, y de manera muy didáctica ya que se acompaña de un gráfico donde aparece un corte en perspectiva del terreno, se explican los tipos de suelos que aparecen de acuerdo a la profundidad del estrato (Figura 29).
Figura 29. Diferentes tipos de suelos según su profundidad por Allain Manesson Mallet en Les Travaux de Mars ou l’Art de la guerre (1685) |
En el primer nivel (A) Bonne Terre, parce que c’est celle qu’on cultive (con espesor de 18 a 20 pulgadas); luego (B) Terre Blanche (5 a 6 pies); (C) Cailloüage Blanc (gravilloso, de 2 pies); (D) Delits de Sable; (E) Terre-grasse ou Marne (3 pies de altura); (F) Delits de Pierre (15 pulgadas de altura); (G) Bancs de Marne fort dure; (H) le Gros Cailloüage (8 a 9 pies de altura); y (I) Roche.
En el quinto subtítulo expone los tipos de arenas: masles y femelles. Prefiere las primeras (que se distinguen de las segundas por ser de color fuerte) para construir en lugares húmedos o expuestos a la acción de las aguas; en cuanto a su origen, escoge la de río por no ser demasiado gruesa ni demasiado menuda y para seleccionarlas al tacto:
La buena arena se conoce fácilmente, la que es húmeda, y la que no se pega a las manos; aunque a veces es fina y ella es buena; la pirita es aquella que emite burbujas cuando la metemos en el agua. (Pág. 60).
El capítulo III tiene intenciones de lograr un mayor alcance a través de sus 16 subtítulos:
Este capítulo corresponde a una de las partes más difíciles de la Arquitectura Civil, siendo también muy útil a los Intendentes e Ingenieros que trabajan en la fortificación de las Plazas, tanto para conocer la cantidad de tierras que sacará al hacer las fundaciones, como para saber el número y la cantidad de materiales necesarios para elevar los terraplenes, Parapetos, y Murallas o Camisas de las Plazas ... (Pág. 61).
La exposición es ordenada y mantiene la secuencia de los procesos de puesta en obra. Comienza con una tabla que incluye las secciones y diferentes dimensiones de los recintos, parapetos y fosos de las villas (págs. 62 y 63) y prosigue con la manera de hacer los cimientos:
Primero, hay que saber si la Tierra ha sido removida o transportada de otro lugar, y si ello ha ocurrido no se excavará adentro, sujetando los dos lados del fundamento con planchas y sólidas piezas de madera a lo largo, a fin de evitar que las tierras no se desprendan ... (Pág. 64 y gráfico pág. 65).
Después de hablar del transporte y conducción de la tierra obtenida en la excavación, describe la manera de hacer los fundamentos del recinto y de otras obras en lugares húmedos. Para ello trata de los pilotes (Figura 30):
- Su naturaleza: constitución material y dimensiones.
- La forma en que se deben hincar con ayuda de un martinete sobre andamios y con ayuda de aparejos.
- La forma de unir las cabezas de los pilotes hincados.
Figura 30. Secuencia constructiva de una cimentación de una fortificación: Excavación – Pilotaje - Amarre de las cabezas de los pilotes – Mortero - Piedras |
Antes de hablar de la construcción de las murallas, expone los términos usados en el corte de la piedra (nombre de las caras) y recomienda su colocación en los ángulos de los bastiones y en la línea media de las cortinas (Figura 31). En el subtítulo Du bastiment ou elevation des murailles de Pierre de taille, explica la forma de dar al talud mediante el uso de reglas y escuadras la proporción de la inclinación que no admite variaciones: 5 a 1. A continuación habla de las garitas, rastrillos, cuerpos de guardia, puentes levadizos, básculas y otras barreras, pero se limita a exponer los materiales de que pueden construirse, las dimensiones más usuales, y la forma y la posición que ocupan en la fortaleza.
Figura 31. Corte de piedras |
Un aspecto que empieza a hacerse más frecuente en los tratados a medida que se acerca el siglo XVIII es la necesidad de explorar otros materiales y otras formas de construir las murallas. El efecto cada vez más devastador de la artillería y la urgencia de construir en plazos muy limitados de tiempo, obligaron a los tratadistas a sugerir nuevas alternativas.
Manesson Mallet no es ajeno a ello y dedica un apartado a plantear la construcción de Chemises de Gazon et Facines des Places. El término muralla es reemplazado por el término camisa, para denotar la función que ellas tienen de contener el empuje de los terraplenes.
Las Camisas de las Plazas, o las Murallas sirven naturalmente para evitar que la Tierra que se derrumba cubra el foso; pero quienes fortifican en lugares donde la piedra es rara, están obligados a usar Tepes o Fajinas, lo que les será muy útil. (Pág. 78) (Figura 32)
Figura 32. Falla de una muralla en Les travaux de Mars Tomo I de Allain Manesson Mallet |
Los tepes han de ser de una tierra arenosa, con hierbas, con longitudes un pie y medio y cortados de manera que tengan una figura piramidal dejando la cara recta formar el paramento y enterrando la punta en el terraplén. Y si el terreno no brinda tepes, el uso de fajinas permite asegurar la ligazón que se busca (Figura 33).
Figura 33. Muralla de tepes – Muralla de fajinas |
Un último aspecto tocante al conocimiento constructivo, es el de la composición del mortero:
El Mortero se hace de diversas maneras. Pero la mejor es la que más he practicado. Cuando la Cal sale del horno, y está todavía caliente, la hacemos cubrir de arena y vertemos en ella 3 carretadas de arena por una de cal ... Verdaderamente la mejor de las aguas para hacer un buen mortero debe ser de pozos, riveras o fuentes, la de los charcos no es buena, aunque peor es la del mar, ella no sirve de nada, pues conserva el mortero húmedo a causa de su acrimonia. (Pág. 80).
Trabajando en la construcción de las galerías del Castillo de Fereire situado en el límite de Extremadura provincia de España, la arena extraída del Tajo se mezcló con cal obtenida de piedra de mármol debiendo destacar que la cal en Portugal hace un mortero más duro porque se extrae reduciendo una piedra más fuerte y más dura que el mármol. El mortero se hace de diversas maneras, pero la más práctica es: cuando la cal está todavía caliente, se cubre con arena poniendo tres carretillas de arena por una de cal, aunque no siempre es necesario mantener estas proporciones si tenemos arena de calidad es posible utilizar seis frente a una de cal obteniéndose un mejor mortero que la arena seca para la que hay que utilizar casi tanta cal como arena. La mejor agua para hacer mortero es el agua de pozo, de lluvia de río o de fuente. El agua de ciénaga o de mar no es buena manteniendo siempre el mortero húmedo a causa de su aspereza.
Los muros que se edifican en seco o sin mortero no sirven para sostener cargas considerables como son las fortificaciones de las Plazas que deben sostener baluartes y parapetos a causa de que tarde o temprano, una piedra se desliza y rompe por el gran peso que soporta produciéndose el hundimiento del muro, lo que no pasa si están ligadas por mortero.
Una vez hecho el mortero en el pilón A, el portador llamado a veces pajarero carga su pájaro B, en el cargador C, o bien, cuando hay mucho mortero que transportar, en el cargador D. No conozco otro sistema mejor para transportar el mortero y no sé por qué los españoles y portugueses no quieren utilizarlo, aunque creo que dado que hay que cargarlo sobre los hombros prefieren destinar ese lugar para llevar las armas.
Los ingenieros quieren que las banastas, carretones, carromatos, etc., sean más altas por delante que por detrás con el fin de cargarlas más hacia delante para que el centro de fuerza y el centro de gravedad coincidan pues en general los animales de cuatro patas tienen las patas delanteras más gruesas y cortas que las traseras pues es con las que soportan todo el peso del animal, de ahí que, si se carga más sobre su parte trasera, sus movimientos son más lentos e incluso se acula y cae.
Los últimos subtítulos contienen una explicación acerca de la unidad de medida empleada, la toesa, para entrar a tratar de la forma de cubicar los volúmenes de construcción. Con los perfiles de las obras exteriores, de los fuertes de campaña, un breve discurso acerca de la economía en los trabajos y una relación de la importancia de los almacenes, se cierra el capítulo.
Continúa en el Libro III …
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