La Ingeniería Militar en el Siglo XVIII - El Corps du génie
Por: Santiago Osorio R.
Apéndice B de la serie 'DU PLAN INCLINÉ À LA THÉORIE DU COIN DES TERRES' (Del plano inclinado a la teoría de la cuña de suelo), una
visión detallada del aporte de Charles Augustin Coulomb a la consolidación de la teoría
clásica de la mecánica de suelos. Complemento a la 3a entrada - Mézières, département des Ardennes - France 11 février 1760. Junio 20 de 2020.
Los estudios de ingeniería militar incluían las diversas ramas de las matemáticas puras y mixtas, lo cual era esencial no solo para las tareas constructivas y de diseño de tipo civil, sino también para la fortificación, estructura que fue considerada a partir del Renacimiento como arte, es decir como fruto de la experiencia, y como ciencia, es decir, como fruto del conocimiento científico. El objetivo de los ingenieros fue convertir cada vez más en una ciencia tanto la fortificación como todo lo referente al ataque y defensa de plazas. A comienzos del siglo XVIII la tradición renacentista estaba plenamente aceptada en las academias de ingeniería.
Fue el gran filósofo Voltaire (1694-1778) quien le dio al siglo XVII el
nombre que conserva hasta nuestros días: el siglo de Louis XIV. Esta
designación no es solo un homenaje a un rey favorito, es una descripción
objetiva de una época durante la cual Francia se convirtió en el país más
poderoso y brillante de Europa. El reinado de Louis XIV ‘Rey Sol’
(1643–1715) (Figura 1) fue el más largo de la historia de Francia y
representa el punto culminante de la dinastía de los Capetos y los Borbones.
Fue la época en que el estado secular de Francia finalmente obtuvo su
independencia de la supervisión e interferencia eclesiástica. Marcó el
triunfo del absolutismo, una teoría política que sostiene que todo el poder
debe conferirse a un gobernante supremo para mantener la cohesión y la
unidad nacional. “Un rey”, proclamó Louis XIV con su habitual falta de
modestia, “es superior a todos los demás hombres, ocupando, por así decirlo,
el lugar de Dios”. También fue la época del arte barroco, un intento heroico
de trascender la contradicción entre orden y movimiento. Habiendo usurpado
el lugar de España en el liderazgo de los asuntos políticos, Francia superó
a Italia en los ámbitos artístico y cultural. La ciencia estuvo dominada por
nombres como René Descartes y Blaise Pascal, pero fue en el arte que el
brillo del reinado fue el más notable. Louis XIV subsidió y alojó a
escritores, artistas y científicos, quienes a cambio fueron alentados a
glorificarlo. Todas las inmensas energías y talentos de la época fueron
aprovechados y moldeados por el poder del estado de Louis XIV en un
magnífico espectáculo. La literatura estuvo marcada por poetas como La
Fontaine y Boileau, teatro y drama de Corneille, Racine y Molière. El
período contó con moralistas y cronistas como La Bruyère, Saint-Simon y
Madame de Sévigné, así como teóricos y oradores como Fénelon, Boileau y
Bossuet. La música fue realzada por las obras de Lully, Charpentier,
Delalande y Couperin. La pintura estuvo dominada por Le Brun, Van der
Meulen, Poussin, Claude Gellée (llamado le Lorrain), Philippe de Champaigne
y los dos hermanos Le Nain, Georges de La Tour y Watteau. Los nombres
ilustres en escultura fueron Le Bernin, Coysevox y Girardon.
Este brillo artístico, financiado por una política de patrocinio estatal,
no se limitó a Francia, sino que también llamó la atención de toda Europa.
Esta tendencia continuó en el siglo siguiente, y el prestigio cultural
francés estaba en su apogeo en el siglo XVIII. La arquitectura civil y
militar, estimulada por el interés personal de Louis XIV en la construcción,
desarrolló el estilo clásico francés, combinando claridad, orden, esplendor,
grandiosidad y majestad, y se impuso como la referencia principal. El estilo
francés dominó todo el continente en construcción de palacios, jardines,
edificios públicos y fortificaciones. Durante este período en París se
construyeron parte del Palais de Louvre, el Salpétrière Hospital, el Hôtel
des Invalides, la Place des Victoires, la Place Royale y, por supuesto, el
castillo de Versalles (Figura 1 y 2).
La Educación Técnica en Francia
Charles Augustin Coulomb era, de hecho, un ingeniero de formación, y se había graduado de la
escuela de ingeniería en Mézières. El Corps du Génie se había organizado en
1676, sin ninguna escuela u otra forma precisa de seleccionar a sus
oficiales. En 1702 se designó un examinador real para hacer esta selección,
y en 1748 el académico abate Charles Etienne Louis Camus obtuvo el cargo
(Ver 3ª entrega de la serie 'DU PLAN INCLINÉ À LA THÉORIE DU COIN DES
TERRES' (Del plano inclinado a la teoría de la cuña de suelo)).
La École du Corps Royale du Génie Militaire se estableció al mismo tiempo
en Mézières, y abrió sus puertas el 16 de junio de 1749 (Figura 3). La nueva
escuela estableció rápidamente una rutina que duró hasta una reorganización
en 1777. En 1750, Camus realizó los primeros exámenes de graduación, y 8
ingenieros fueron promovidos de la escuela. En 1751 no se admitía a ningún
alumno en la escuela a menos que Camus lo hubiera examinado y, para
presentarse a este examen de ingreso, los candidatos primero tenían que
presentar un dibujo y someterse a una viva voce en matemáticas.
Los cursos en Mézières duraban dos años, e incluían instrucción en
estereotomía, elaboración de mapas, diseño de fortificaciones, “et toutes
les pratiques generales dont un ingénieur a besoin”. Camus insistió en que
todos los ingenieros deberían hablar el mismo lenguaje matemático, y
construyó cursos unificados en aritmética, geometría, mecánica e hidráulica.
Él mismo escribió textos para los primeros tres temas; los de Varignon y
Mariotte se utilizaron para la hidráulica hasta 1769, momento en el que
Bossut suministró el texto de estudio estándar: Cours de mathématique. Camus
también fue muy explícito en que los jóvenes burgueses serían admitidos en
la escuela, así como los nobles. Por lo tanto, la École du Génie era inusual
en tener ciertos requisitos de ingreso más allá de la capacidad de leer y
escribir, e incluso estos requisitos a menudo no se aplicaban en otras
escuelas. En 1756, la entrada a Mézières se hizo aún más difícil; los
candidatos tuvieron que haber asistido primero a la escuela de artillería
organizada en La Fère desde 1720, fecha en la que Bernard Forest de Bélidor
comenzó a enseñar allí.
La École du Génie se convirtió, de hecho, en una escuela de posgrado, y
este era un patrón que se repetía en otras ramas de la profesión. De hecho,
después del establecimiento de l’École Polytechnique en 1794, los
estudiantes de ingeniería tuvieron una formación básica común en París, y
luego pasaron a las escuelas especializadas, como l’École d'Artillerie en
Metz (después de 1802 l’École du Génie y l’École d'Artillerie se combinaron
en Metz), l’École des Mines, l’École des Ponts et Chaussées, y así
sucesivamente, todas estas escuelas superiores siendo Écoles d’Application
(escuelas de especialización o posgrado). A comienzos del siglo XIX Francia
era el único país del mundo donde la ingeniería se había establecido clara y
definitivamente como una profesión aprendida.
La École Polytechnique impartía un curso básico de tres años y contaba con
maestros como Lagrange, Laplace, Prony y Monge, hombres de la más alta
capacidad que fueron liberados del trabajo de rutina por un equipo de
asistentes. La eminencia de tales hombres contrasta curiosamente con el
nombramiento 40 años antes, en 1752, de un joven desconocido, el Abbe
Bossut, para la cátedra de matemáticas en Mézières. Esta resultó ser una
nominación clave de Camus, aunque no fue del agrado del commandant de la
escuela, Chastillon, ingénieur en chef en Mézières. De hecho, cinco años
después Chastillon hizo algunas críticas a la escuela, y en particular a
Bossut, por ser demasiado teórico; estas críticas encajan exactamente en el
patrón de la desconfianza de un hombre práctico del uso de las matemáticas
aplicadas. Su visión de Bossut era la de un hombre que no sentía nada por la
ingeniería, pero que deseaba hacerse un nombre en matemáticas puras y, como
tal, no era apto para su parte en la escuela; además señaló que Bossut era
perezoso.
Probablemente sea cierto que Bossut deseaba hacer su carrera como
matemático y avanzar en la escalera bien definida de la Academia. Por
supuesto, esto no era una ambición indigna (era una carrera que seguiría
Charles Augustin Coulomb posteriormente), y ciertamente no inhabilitaba a
Bossut como profesor en una escuela de ingeniería; la gran admiración de
Coulomb por Bossut es una fuerte evidencia. De hecho, Bossut permaneció como
profesor en Mézières durante 16 años hasta 1768, año en el que fue elegido
miembro de la Académie y sucedió a Camus como examinateur en la
escuela.
La Ingeniería Francesa y la Conciencia Social
En los siglos XVI y XVII, la profesión de ingeniería fue fundada en Francia
como parte del oficio militar. Surgió entonces la ingeniería como una
actividad relacionada con la guerra, en particular con la fortificación (Figura 4).
Hasta la Ilustración, los ingenieros eran oficiales que generalmente
pertenecían a la nobleza. Estas raíces militares implicaron un cierto número
de características clave. Entre ellos, uno encuentra la firme creencia de
los ingenieros de pertenecer a una élite definida por virtudes de coraje y
conocimiento. Esta racha elitista se vio reforzada por la organización de
los ingenieros de fortificación en un cuerpo hacia fines del siglo XVII, una
organización que pronto serviría de modelo para otras ramas de la
ingeniería. Además del elitismo, el corporativismo debía seguir siendo otra
característica duradera de la profesión de la ingeniería francesa. Un último
elemento clave fue el acento puesto en las matemáticas, un acento que deriva
de la importancia que se les da en la educación aristocrática.
Para el joven aristócrata ansioso por servir en el ejército, la aritmética
y la geometría resultaron esenciales. Las matemáticas no fueron, esto es
digno de mención, concebidas como un ejercicio puro de la mente, más bien
como una herramienta para la acción, desde artillería y fortificación hasta
cálculos de despliegue de infantería. Esta concepción de las matemáticas no
como un conjunto abstracto de teorías sino como la formalización de
preguntas muy prácticas debía seguir siendo característica de la ingeniería
francesa. Explica, entre otras cosas, por qué los ingenieros franceses se
involucraron muy temprano en problemas económicos y de cálculo. Hasta el día
de hoy, un número considerable de economistas franceses todavía están
capacitados inicialmente como ingenieros, al contrario de la situación que
prevalece en muchos otros países donde la economía tiene menos vínculos con
la ingeniería.
Hasta finales del siglo XVII, el ingeniero no era responsable ante la
sociedad como tal. Principalmente obedecía las órdenes del rey, órdenes que
podían diferir enormemente de lo que sus súbditos pudieran desear. Esta
situación transmitió a los ingenieros la convicción de que la autoridad era
el resultado de una legitimidad institucional diferente de las formas
supuestamente directas de expresiones populares. Una vez más, esta creencia
debía seguir siendo una característica permanente de las élites tecnológicas
francesas. En Francia, la democracia directa nunca fue vista como una forma
natural de tomar decisiones tecnológicas importantes.
En la arqueología de la conciencia social de la ingeniería francesa, el
siglo XVIII representa probablemente uno de los episodios más importantes.
Es el momento en que la profesión se emancipó de sus raíces militares con la
creación de toda una gama de cuerpos civiles, el Corps des Ponts et
Chaussées a cargo de la construcción de carreteras, puentes y canales, o el
Corps des Mines a cargo de la minería y asuntos industriales. Bajo la
influencia de los nuevos ideales políticos de la época, los ingenieros
estatales comenzaron a definirse como contribuyentes a la utilidad pública y
al progreso. El progreso que tenían en mente no era solo material. Poseía
una fuerte connotación moral porque la prosperidad era vista como la clave
para las relaciones sociales regeneradas.
Les ingénieurs des fortifications
El reinado de Louis XIV también vio el triunfo de la fortificación
bastionada clásica francesa de Sébastien Le Prestre de Vauban (1633-1707).
Desde el Renacimiento en adelante, los ingenieros a menudo insistieron en la
necesidad de fundamentar su práctica en la ciencia. El título del primer
gran tratado francés sobre fortificación publicado por Jean Errard de
Bar-le-Duc en la víspera del siglo XVII, La Fortification Démonstrée es bastante revelador a ese respecto. El deseo de
demostrar es típico de la ambición de la ingeniería geotécnica sobre el
suelo firme del conocimiento científico (Figura 5). A lo largo de su larga
historia, los ingenieros han desarrollado además una ciencia propia, una
ciencia de la ingeniería relacionada con las matemáticas, la mecánica, la
física y la química.
La necesidad de fortificar Francia con un cinturón de fortalezas se había
sentido ya desde el reinado de François I (1515-1547). El caballeroso rey
dedicó toda su energía a la lucha contra su enemigo más peligroso, Carlos V,
que era rey de España; emperador de Alemania; gobernante de Austria, el sur
de Italia, Borgoña, Franche Comté y los Países Bajos; y propietario de un
rico imperio colonial, especialmente en América del Sur. Se dijo entonces
que “el sol nunca se puso sobre las posesiones del rey Carlos V”. Sin una
coherencia nacional real, la construcción de fortalezas continuó bajo los
reinados del rey Henri IV (1589-1610) y su hijo Louis XIII (1610-1643). Sin
embargo, se esperaría hasta el reinado de Louis XIV para ver el
establecimiento de una barrera de fortificaciones para defender el país y
marcar los límites de Francia. Estas fronteras fortificadas, muy buscadas
por el rey y sus ministros de guerra, Le Tellier y Louvois, fueron diseñadas
y construidas por numerosos arquitectos e ingenieros militares, siendo el
más conocido de ellos Vauban (Figura 6).
El mariscal Sébastien Le Preste de Vauban es, de hecho, el que más
fuertemente marcó el paisaje de Europa occidental con su arte. Vauban es el
único nombre que me viene a la mente de inmediato cuando se mencionan las
fortificaciones del siglo XVII. Vauban fue uno de los hombres geniales del
reinado de Louis XIV, genuinamente inventivo, versátil, lleno de ideas
reformistas, cuyo trabajo abarcó muchos aspectos de la vida nacional
francesa. Construyó un formidable anillo de fortalezas para proteger las
fronteras nacionales, y su carrera culminó con la publicación de un libro
notable que abogaba por la abolición de los privilegios fiscales y la
introducción de un sistema tributario uniforme. Si el nombre Vauban es muy
popular en Francia, celebrada en los nombres de calles, plazas, avenidas y
escuelas de gramática, la realidad de su trabajo no siempre es muy conocida,
y a veces se reduce a clichés. Su reputación dominante da lugar a errores de
hecho. Los bastiones italianos del siglo XVI y las fortificaciones del siglo
XVIII se le atribuyen comúnmente con la vaga y conveniente referencia, “el
estilo de Vauban”.
A pesar de la destrucción lamentable y las restauraciones poco hábiles,
Vauban, comisionado general de fortificación y mariscal de Francia, ha
dejado huellas imborrables. Una gran parte de su trabajo se conserva hoy,
evidencia de su trabajo aún en pie en las fronteras de Francia (Figura
7).
Gracias al trabajo incesante de las asociaciones locales y regionales, así
como a una política cultural adecuadamente dirigida a nivel nacional y
regional, el patrimonio dejado por Vauban sigue vivo: Neuf-Brisach,
Briançon, Besançon, Saint-Martin-de-Ré, Montlouis y muchos otros lugares son
piezas admirables. Con un poco de concentración y un poco de imaginación,
aún hoy es posible que un visitante sienta lo que debió haber sido la
defensa de Vauban en estos lugares (Figura 8).
El siglo de Louis XIV fue uno de los períodos más fascinantes de la
historia de Francia y las fortificaciones de Vauban, aún poseen una belleza
innegable (Figura 8). Las fortificaciones comunican una emoción estética
real, a veces una especie de emoción, un sentimiento difícil de comunicar a
los demás. Probablemente esto se deba al ingenio y al equilibrio de su
concepción, a la calidad de su ejecución, a la solidez de sus masas, a la
sobriedad de sus formas y a sus majestuosas proporciones. Construidos con la
antigua trilogía romana en mente, firmitas (solidez), utilitas
(funcionalidad) y venustas (belleza), irradian una impresión de fuerza
silenciosa a través de la rigidez de su geometría armoniosa. Su rigurosa
eficiencia se ve atenuada por formas de estrella y triangulares que
armonizan con los oblicuos de paredes y glacis (Figura 9).
Sin embargo, sería demasiado fácil dejarse cegar por el romanticismo y la
indulgencia militarista. Ruinas de muros cubiertos de vegetación, terrazas
con magníficas vistas, ciudadelas verdes en medio de pueblos modernos y
ocupados, majestuosas fortalezas, bastiones pacíficos que reflejan sus
colores cálidos en las tranquilas aguas de los fosos y fuertes aislados en
montañas empinadas y espectaculares costaban fortunas en una época en que la
mayoría de la población sufría una profunda miseria y extrema pobreza. No
hay que olvidar que las fortificaciones de Louis XIV se construyeron al
precio del trabajo duro realizado por generaciones de personas humildes y
explotadas. Tengamos en cuenta que estos lugares de prestigio, que
manifestaron la gloria del Rey Sol y la grandeza de Francia, también han
sido en su momento ciudades sitiadas por la artillería, saqueadas y quemadas
por unos despiadados soldados, lugares de sufrimiento, miedo, violencia,
guerra y muerte.
La profesionalización francesa del siglo XVIII fue contemporánea con el
cambio del conocimiento de ingeniería hacia el cálculo. Los ingenieros
habrían habían de formarse sobre todo en matemáticas que cubría los
siguientes aspectos:
- Aritmética numérica y literal o álgebra.
- Geometría especulativa en práctica sobre el terreno, que consiste en trigonometría y uso de los instrumentos geométricos, longimetría, planimetría y estereotomía.
- Estática, maquinaria e hidrostática.
- Artillería.
- Cosmografía
- Arquitectura civil que, según Vitrubio, es la ciencia a quien todas las demás tributan.
El estudio de las ciencias matemáticas debía permitir al
ingeniero:
- Formar o delinear la planta de la fortificación que se quiere edificar;
- Delinear el perfil de toda obra en general y de cada una de las partes en particular;
- Formar el tanteo de su coste;
- Dirigirle hasta la perfección.
Desde el siglo XVI la ingeniería de fortificaciones se basaba en la
geometría de Euclides, por lo que se estudiaban atentamente sus textos.
Numerosas ediciones del texto de Euclides se hicieron a partir del
Renacimiento (Figura 10).
Las matemáticas eran indispensables para el diseño de las fortificaciones,
(ángulos, líneas de tiro, enfiladas, etc.), para establecer el ángulo de
tiro, y calcular el movimiento y la velocidad de los proyectiles (Figura
11). También lo eran para el cálculo económico de los costes, levantamiento
de cartas y planos, para el uso de los instrumentos geométricos empleados en
ello y en la construcción, para el estudio de la geografía, para los
arrastres de las piezas de artillería, para el levantamiento de los bloques
pétreos empleados en la edificación, para el uso de la maquinaria, y para
toda una amplia serie de actividades militares que se extendían a aspectos
muy diversos, como cálculos del movimiento de las tropas en una superficie.
Por ello el estudio incluía las matemáticas puras y las matemáticas mixtas o
físico-matemáticas.
Los ingenieros militares desarrollaban carreras profesionales de carácter
técnico-científico, con un empleo a tiempo completo y remunerado al
finalizar la formación. El Corps du génie era un cuerpo de dedicación plena
y fidelidad a toda prueba. Los ingenieros militares habrían de tener
disponibilidad absoluta para dirigirse a los destinos y misiones que el
gobierno les encomendara, lo cual en el contexto del siglo XVIII, significaba
estar disponibles para dirigirse a cualquier lugar del reino. Los miembros
de este cuerpo técnico-científico compartían valores que ponían énfasis en
el mérito, la capacidad y el trabajo intelectual, tenían una formación
homogénea que les daba reglas compartidas y facilitaba la comunicación entre
ellos, y una estructura jerárquica y normas que imponían una fuerte cohesión
interna, sumado a la fuerte movilidad y lealtad absoluta al servicio del
Estado. Según se ascendía en la jerarquía la permanencia en un lugar podía
ser más larga, pero incluso en estos casos estaban siempre a disposición del
rey.
El Corps du génie estaba formado solamente por oficiales, ingresando con el
grado de subteniente y por ello en las condiciones de acceso estaban
presentes las exigencias de nobleza del aspirante. Los miembros compartían
valores de obediencia, lealtad, fidelidad al rey, valoración del mérito y la
capacidad, por encima de la antigüedad. También poseían una auto imagen como
grupo de técnicos con un saber específico y, a la vez, como militares. No se
sabe si después del paso por la Academia y la integración en el cuerpo
predominaba en ellos más la consideración de militares o la facultativa de
ingenieros que les convertía en servidores del Estado con valores y
mentalidad de funcionarios.
La fuerte cohesión social del cuerpo también contaba con oposiciones
internas que, debido a la estructura jerárquica, se habrían de expresar de
forma limitada. el cuerpo no aparece tan homogéneo como se piensa visto
desde afuera. La misma división en ramas muestra ingenieros especializados
en sus funciones militares, otros en la enseñanza y otros en trabajos de
ingeniería civil. Sin duda las relaciones sociales y los ideales que van
desarrollando unos y otros son diferentes. Hacia el interior del cuerpo
aparecen conflictos corporativos entre viejos y jóvenes, entre nacionales y
extranjeros de diversas nacionalidades, entre nobles y no nobles, entre baja
y alta nobleza, entre ricos y pobres, entre los que se inclinaban hacia
Vauban y hacia Bélidor.
También pudo haber numerosos conflictos hacia el exterior, en los que los
miembros del Corps aparecen unidos, formando un frente común. En primer
lugar, los enfrentamientos con otros cuerpos militares, tales como la
infantería, o los guardias de corps, enfrentamientos que no tienen ningún
componente técnico, sino que se refieren normalmente a la subordinación y a
la preeminencia en los cargos que se conceden en caso de retiro. En segundo
lugar, el conflicto con los artilleros, que es a la vez un conflicto hacia
el interior, porque había con ellos unas estrechas relaciones, y hacia el
exterior, porque siempre hubo por parte de los ingenieros una decidida
estrategia de separación respecto a estos técnicos militares. El problema
del diseño de las fortificaciones enfrentaría, además, puntos de vista
diferentes. Otros conflictos podían surgir con cuerpos civiles con los que
también entraban en competencia como con los ingenieros del Corps des ponts
et chaussées (Figura 12), respecto de las obras civiles, con los arquitectos
y maestros de obras. A lo anterior deben unirse los conflictos con la
sociedad civil. Los ingenieros militares estaban, en general, muy imbuidos
de espíritu militar, y los conflictos con los civiles eran inevitables.
Podían surgir con los asentistas, con los maestros de obras y alarifes, con
los representantes de la sociedad civil que se veían afectados por la
construcción de fortificaciones (propietarios, miembros del concejo
municipal, etc.). Aunque la necesidad de realizar los trabajos, y a veces la
urgencia o el mandato real obligaba también a acuerdos y alianzas con todos
ellos. Lo cual siempre suponía relaciones e influencias en las dos
direcciones. Sin duda los ingenieros se ponían en contacto a través de ellos
con las limitaciones y posibilidades de la vida real, a la vez que
contribuían a difundir formas de organización del trabajo que resultaron muy
novedosas y renovadoras.
Figura 12. Plano de obras del canal de Nivemais, del ingeniero del Corps des ponts et chaussées, Aimable Hageau |
El hecho de vivir con sueldos pagados por el rey les daba al mismo tiempo
una dependencia y un estilo de vida. Los sueldos y raciones que recibían,
los retrasos en la percepción de los mismos y las situaciones de escasez en
que podían encontrarse establecían lazos de solidaridad entre los miembros
del cuerpo. Las estrategias matrimoniales estimuladas por los superiores,
permitían en algunos casos disponer de un patrimonio que aumentaba su
seguridad.
Las carreras profesionales, a la vez facultativas y militares, eran
distintas, lo que establecía diferencias internas. Solamente el 16% de los
miembros del cuerpo llegaron al escalafón superior de ingeniero director.
Por encima de él, solo algunos pudieron llegar a brigadier, mariscal de
campo, cuartel maestre e incluso, teniente general. La carrera profesional
exitosa en el cuerpo les permitía a los ingenieros acceder a cargos que
requerían capacidades muy diferentes que aquellas para las que habían sido
formados. A veces les preparaban para ello las responsabilidades que habían
tenido, su capacidad individual y razones sociales o familiares.
En las obras en que participaban los ingenieros militares no era el
individuo el que estaba en primer lugar, era el cuerpo el que recibía el
encargo de proponer un diseño y el que, una vez aprobado, dirigía la
construcción. El cuerpo encargaba luego esa obra a individuos concretos,
sometidos siempre a las jerarquías facultativas y militares que
correspondieran. La obra podía prolongarse durante años y decenios, y los
individuos pasaban y eran sustituidos, siendo siempre el cuerpo el
responsable de la realización.
Los ingenieros militares civiles utilizaban siempre sus conocimientos en
una práctica profesional, jerárquicamente estructurada, y bajo la
supervisión de sus superiores, que dirigían el trabajo. La posibilidad de
innovar en los grados inferiores era muy limitada. Lo era más cuando tenían
grados superiores, a partir de ingeniero ordinario, y mayor autoridad. Y era
muy elevada cuando llegaban a Ingeniero Director o a Ingeniero General
(Figura 13).
Sus proyectos, mapas, dictámenes, eran leídos y evaluados por sus
superiores, que podían tener diferencias internas, pero en conjunto poseían
una fuerte conciencia de grupo, y conocían y aceptaban unas normas de
funcionamiento interno, y unos sistemas de valoración. Había también normas
muy precisas sobre el diseño y la dirección de los trabajos. La dirección
del proyecto, las relaciones con los contratistas o asentistas, todo estaba
cuidadosamente regulado. Todo eso explica la unidad que se encuentra en toda
la producción edificatoria de los ingenieros. Unidad que estaba también
relacionada con los principios teóricos que habían adquirido en la Academia
al estudiar los tratados de Fortificación y de Arquitectura
civil.
Los ingenieros militares fueron fieles seguidores de los principios del
arquitecto romano Vitruvius (firmitas, utilitas, venustas, es decir:
solidez, funcionalidad, belleza; o lo fuerte, lo cómodo, lo hermoso). La
arquitectura que construían lo era en términos del clasicismo vitrubiano,
como ocurrió en otros países, no solo en Francia (donde Perrault publicó en
1683 su famoso compendio de Vitruvius), sino también en Gran Bretaña, donde
en 1715 Colen Campbell dio a luz su Vitrubius Britannicus (Figura 14). En
España también la Academia de Bellas Artes de San Fernando mantuvo los
ideales vitrubianos hasta comienzos del siglo XIX, un Vitrubio
reinterpretado en el Renacimiento por Alberti y Palladio, y que corresponde
a los ideales neoclásicos que dominan durante la mayor parte del siglo
XVIII, que eran especialmente adecuados para expresar la dignidad y
magnificencia de las obras reales.
Como se había comentado, los ingenieros militares se preocuparon por la
solidez de los edificios (firmitas), algo que habían interiorizado sobre
todo con la construcción de las fortificaciones y podían aplicar también a
otras construcciones. Las obras que realizaban habían de ser firmes,
sólidas, permanentes, como correspondía también a todas aquellas empresas de
construcción y financiación real.
Trataban también de la utilidad, servicio, o funcionalidad de las
construcciones que proyectaban (utilitas), adaptándolos a los usos diversos
que habían de tener, y procurando la distribución adecuada de los edificios.
Cada edificio tenía su propia tipología, algo ensayado desde el
Renacimiento, en el diseño de fortificaciones, en las que era preciso
establecer con precisión los ángulos y los perfiles, y aplicado luego en
toda la amplia gama de edificios militares, desde los arsenales y los
almacenes de pólvora a prueba de bombas hasta los cuarteles. No es extraño
que a partir de ahí se habituaran a reflexionar sobre las tipologías
específicas de los edificios civiles que se les encomendaban. Naturalmente,
la preocupación por la salubridad y la higiene estaba también necesariamente
presente en unos técnicos que habían de diseñar edificios para albergar
centenares de soldados y caballos, o que tuvieron que proyectar hospitales,
primero de carácter militar y después civiles, proponiendo nuevas tipologías
para estos establecimientos.
También se preocupaban de la belleza de las construcciones (venustas). Ante
todo, del equilibrio del conjunto, la adecuada proporción y relación de los
elementos constructivos. Pero asimismo de los elementos simbólicos que
debían aparecer necesariamente en las construcciones y que habían de
expresar el carácter de obra real de las mismas, afirmando al mismo tiempo
la presencia del Estado.
Todos los civiles con los que los ingenieros militares estuvieron en
contacto por razón de su trabajo (contratistas, maestros de obras,
transportistas, etc.) tuvieron que adaptarse necesariamente a las normas que
el cuerpo les imponía. Algunos ingenieros militares al ser trasladados a las
Indias Occidentales pidieron llevar consigo a los maestros de obras con que
trabajaban y efectivamente éstos se fueron a Indias y permanecieron allí el
resto de su vida. Por esa razón puede decirse que los ingenieros militares,
actuando colectivamente y de manera individual, contribuyeron de forma
decisiva a difundir normas de trabajo, comportamientos homogéneos de
dirección de las obras, técnicas y sistemas de gestión de la construcción,
procedimientos constructivos, y un estilo que en general podemos considerar
neoclásico.
Los científicos que pueden reconocerse en la Francia del siglo XVII estaban
comprometidos sobre todo en enseñar los elementos de la ciencia o aplicar el
conocimiento a problemas prácticos, y raramente tenían el tiempo o los
medios para extender los límites del conocimiento científico; “en la mayor
parte de los casos, los científicos eran empleados para usar el subproducto
de su excelencia científica para que fuera útil a la sociedad; pero entre
investigación y utilidad podía haber, y hubo, conflictos de tiempo, de
interés e incluso de método”. “El espíritu de investigación para conseguir
una comprensión racional de la naturaleza (la actividad científica) no
coincidía completamente con las necesidades de la sociedad del Antiguo
Régimen, ni fue alentada en la escala requerida para crear una clase socio
profesional de científicos”. Sin duda el científico moderno no había
aparecido totalmente de forma socialmente organizada, tal como sucedería en
el siglo XIX. Pero no cabe duda de que cuerpos como el de los ingenieros
militares se encuentran en el camino que conduce a esa institucionalización
y profesionalización plena de la ciencia.
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centuries: an archeology of technocratic ideals. History and Technology 23,
no.3: 197-208.
Cita
Osorio, S. (2020). La Ingeniería Militar en el Siglo XVIII - El Corps du génie. Relatos de la Geotecnia. Blogger.com. geotecnia-sor2.blogspot.com. https://geotecnia-sor2.blogspot.com/2020/06/la-ingenieria-militar-en-el-siglo-xviii.html
Relatos de la Geotecnia
+ Apuntes de Geotecnia con Énfasis en Laderas
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1 - Martinique, Antilles - France Février 1764 (Martinica, Antillas - Francia , febrero de 1764)
2 - Angoulême, province d'Angoumois - France 14 juin 1736 (Angoulême, provincia de Angumois - Francia, 14 de junio de 1736)
3 - Mézières, département des Ardennes - France 11 février 1760 (Mézières, departamento de Ardennes - Francia, 11 de febrero de 1760)
4 - Paris - France 10 mars 1773 (París - Francia, 10 de marzo de 1773)
5 - L'essai de 1773 sur la statique - 1a Parte (La Memoria sobre Estática de 1773 - 1a Parte)
6 - L'essai de 1773 sur la statique - 2a Parte (La Memoria sobre Estática de 1773 - 2a Parte)
7 - L'essai de 1773 sur la statique - 3a Parte (La Memoria sobre Estática de 1773 - 3a Parte)
8 - L'essai de 1773 sur la statique - 4a Parte (La Memoria sobre Estática de 1773 - 4a Parte)
9 - L'essai de 1773 sur la statique - 5a Parte (La Memoria sobre Estática de 1773 - 5a Parte)
10 - L'essai de 1773 sur la statique - 6a Parte (La Memoria sobre Estática de 1773 - 6a Parte)
11 - L'essai de 1773 sur la statique - 7a Parte (La Memoria sobre Estática de 1773 - 7a Parte)
12 - L'essai de 1773 sur la statique - 8a parte (La Memoria sobre Estática de 1773 - 8a Parte)
13 - La vie de Coulomb après l’Essai de 1773 (La vida de Coulomb posterior al 'Essai' de 1773)Apéndice A - Fuerte Bourbon (1765-1772)
Apéndice C - La Estática de las Siete Máquinas Simples
Apéndice D - La Statique (La Estática)
Apéndice E - Mécanique Classique (Mecánica Clásica)
Apéndice F - De la résistance des matériaux (De la Resistencia de Materiales)
Diseño: PatoMOP
2020
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